Aquellas
son las tierras indómitas, donde su arena rojiza arropa un misticismo milenario
que cruzó el océano en los corazones de los que viajaban al nuevo continente.
Viajantes que con su fuerza forjarían y dominarían la naturaleza de lo que hoy
conocemos como las Américas.
Para nadie
es un secreto que las tierras africanas esconden secretos y costumbres que van
más allá de lo que la mente humana y su raciocinio pueden llegar a comprender.
En su deseo por desenmascarar estas culturas un grupo de científicos viajo
hasta África para tratar de entender la ciencia detrás de la magia. Fueron
atraídos hacia una pequeña tribu que era famosa por su danza del la lluvia. Una
danza que, según los rumores, nunca fallaba.
La sequía
era tan fuerte que el sol cortaba la piel con sus rayos, los árboles se
desnudaban de hojas y extendían sus ramas en busca de la más mínima señal de
humedad, los animales se paseaban con lentitud por las praderas secas mientras
sus patas levantaban la arena seca del piso y sus lenguas buscaban en el
ambiente la sensación de frescura que el resto del cuerpo ignoraba.
Los
científicos no tuvieron que esperar mucho para ver como la aldea entera se unía
en una coreografía digna de los más importantes teatros de ballet del mundo. Al
son de los cueros del tambor todos en la tribu bailaban y danzaban. Sus
cánticos cruzaban los aires en un intento desesperado de hablar con los dioses
y negociar para que tan preciado recurso bajara en gotas desde el cielo. Así
comenzaron a pasar las horas y los pies fuertes y desnudos iban dejando huella
en el suelo seco y arenoso. Todo se fundían en el momento, hasta el polvo que
levantaban los africanos con sus pasos parecía tomar el ritmo de los tambores.
Las horas
pasaron mientras que el ojo analítico y racional buscaba en vano la diferencia
entre esta danza y la de sus menos exitosos vecinos. El maquillaje tenía
similitudes obvias. Los mismos patrones y los mismos colores se paseaban por las
caras y cuerpos de los bailarines. Los cánticos parecían buscar lo mismo,
diferenciados sólo en el dialecto en que se entonaban. Todo parecía igual. Pero
mientras ellos bailaran y la lluvia no llegara, los científicos tenían aún una
oportunidad de descubrir el secreto.
El sol
salió y se ocultó varias veces convirtiendo las horas en días, viendo como rotaban
los bailarines pero el resto se mantenía igual hasta que un día todo se aclaró.
Los dioses escucharon las plegarias y dejaron caer la lluvia sobre el desierto.
La aldea entera celebró, el desierto cobraría vida, los niños jugaban con las
gotas con sus bocas abiertas como saboreando tan dulce néctar. Los árboles
lloraban gotas de lluvias desde sus ramas, los animales ahogaban sus trompas en
los charcos que rápidamente se formaban.
En cuanto a
los científicos; se dieron cuenta de que a veces los problemas más complicados
tienen soluciones sencillas. Su reporte final descubrimos lo siguiente:
"Después de días de observación y análisis
en vano nos hemos dado cuenta que la danza de la lluvia de esta tribu es tan
exitosa porque ELLOS BAILAN HASTA QUE LLUEVE."
Y tú? ¿Perseveras
hasta alcanzar lo que quieres? ¿Bailas hasta que cae la lluvia o te vas a
dormir por las noches deseando encontrar tu sueño hecho realidad así no más?
Baila hasta
que llueva, baila con pasión, baila con un propósito y verás que tarde o
temprano lloverá lo que buscas.
Vivan en Grandeza
HEJ
(este fue un estudio real, la narración fue creada por mi)