Date un momento para apreciar la belleza del
mundo y pronto serás sorprendido.
La vida está
repleta de bellezas y cientos de situaciones que elevan el corazón y el alma.
Para el ojo cautivo tras los barrotes de la rutina, la vida es monótona,
insípida y sin el menor de los incentivos. Pero para aquellos que decidimos
apreciar las bondades del día a día a pesar de los pesares (que como la brisa
del mar viene y se va), o a pesar de la rutina, nos encontramos con que gota a
gota somos bañados de bendiciones y de logros.
Aunque los logros y
las bendiciones son pequeños siempre hay que agradecer por ellos. Ese agradecimiento pone en marcha
energías y fuerzas que simplemente atraen más de ello.
El mar
siempre le regala a la ostra un diminuto grano de arena. Este granito; aunque
diminuto, es acogido con fuerza dentro de la ostra. Con el tiempo, el granito
de arena se convierte en una hermosa perla.
Si la ostra
dentro de su sencillez es capaz de generar tan magnífico resultado, ¿qué se
puede esperar del agradecer por las diminutas bendiciones del día a día? ¿Cómo
será la perla que se genere tras acoger dentro de los brazos del agradecimiento
el pequeño acto de un extraño de cedernos el paso? ¿O el detalle de un hijo de
hacer algo por sus padres sin que se lo pidan, sólo por amor? ¿O agradecer por
esa buena acción que hicimos en el entrenamiento o en la competencia?
Las
posibilidades son infinitas. La vida no nos pide que hagamos las cosas por el
mero interés de recibir algo, pero nos recuerda que aquello por lo que
agradecemos será multiplicado.
Aquello en lo que te enfoques es lo que
atraes.
Vivan en grandeza!
HEJ
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