“A la cima no se llega superando a los demás,
si no superándose a sí mismo”
En el
medio de los peldaños que subimos en la escalera del éxito, nos vemos tentados
a distraer nuestra mirada buscando por donde van otros, que tan cerca los
tenemos, o que tan lejos estamos de ellos.
Si el
éxito es una montaña, sólo podemos subirla moviendo nuestro propio cuerpo hacia
adelante. Manteniendo nuestra mirada fija
en nuestro objetivo y cuidando de que cada paso sea en la dirección
adecuada podremos llegar a esa cima.
Muchos
querrán llegar a la misma cima que nosotros anhelamos, es cierto. Pero cada
quien tiene su momento de alcanzar lo que busca, y por alguien haber alcanzado
el tope máximo de la montaña, este no desaparecerá ni se irá.
Pero
recuerda, la montaña también tiene sus caprichos. Tiene caminos rutinarios que
confunden la orientación y te hacen girar en la misma pradera. Rocas que
obstaculizan tu camino y te retan a decidir si saltar o desviarte hacia caminos
inciertos. Arboles tan altos que te opacan el cielo con sus hojas y te llevan a confiar
en que la vida te sigue llevando hacia la cima, si y sólo si, sigues caminando. Y finalmente, una montaña que deja
llegar a su cima sólo a la persona
correcta.
La persona correcta, aquella que fue
dejando sus miedos a medida que subía a la cima.
Aquella que no temía despertar junto al sol
para trabajar y acompañar a la luna para meditar y reflexionar.
Aquella que nunca fue egoísta en su caminar
junto a otros ni envidiosa de las huellas que otros dejaron frente a él.
Aquella persona que disfruto del paisaje, se
deleito tanto con los pajarillos de la mañana como con los truenos de la noche.
Aquella que alzó su mirada al sol ardiente
del medio día y se tomó un tiempo para darle descanso a su caminar y que a
pesar de todo esto, siempre la cima fue lo que estuvo arraigado en los ojos
de su corazón.
Así, la
montaña, la medalla, el trabajo, la nota, el éxito, la meta reconoce que eres
la persona correcta y permite que llegues a su cima!
Vivan
en Grandeza,
HEJ